Se hicieron esperar, pero al fin llegaron. El micro no trajo de regreso a la totalidad de delegación,  pero sí volvió repleto de festejos. En su interior, resonaban aún los cánticos que se extendieron desde la noche del sábado hasta ayer. Era como un vestuario en movimiento, con todo el cancionero del campeón repetido hasta que algunas gargantas dijeron basta. Allí, en el bus, quedó guardada la intimidad del equipo en cada viaje, hasta el día de la consagración.
A la hora del crepúsculo, los familiares, amigos y simpatizantes ya revelaban su impaciencia. "¿A qué hora llegan?", preguntaban quienes se habían acercado al lugar de arribo, el mismo desde donde habían partido con su esperanza a cuestas: el Tucumán Lawn Tennis Club. Transcurrían los últimos minutos del partido entre los "benjamines" y Los Tarcos, alrededor de las 18, cuando se corrió la voz que el micro llegaría una hora más tarde. El cálculo no falló, pero era difícil calmar la ansiedad. Todos miraban en dirección de la avenida Gobernador del Campo, hasta que los bocinazos preanunciaban el arribo inminente. Se abrió la puerta y los familiares se abalanzaron para repartir abrazos y besos a los héroes de Rosario, mientras los demás acompañaban con aplausos. Con la copa que un histórico, Aníbal Terán,  mostraba orgulloso empezaron a bajar los demás integrantes de la representación "naranja".
Esa copa que les había sido esquiva en las cuatro finales anteriores, estaba en manos seguras.
No fue un festejo desbordante; más bien, hubo serenidad en la celebración. El campeón había vuelto a su tierra natal, siempre impregnada de aroma a rugby, una disciplina que se vive con pasión.
Esta vez, la coronación tuvo un sabor distinto, porque se la logró de visitante, mérito especialmente de un puñado de jugadores, los más firmes creyentes de que llegar a la meta soñada era posible.

Julio Paz (h)
"Todas las finales son así. La clave de este partido fue mantener la concentración durante los 80'. Veníamos de perder varias finales y a esta la queríamos ganar."

Bruno Cuezzo

"Se rompió el maleficio de varias finales perdidas. Desde que salí del hotel a la cancha estaba convencido de que esta vez no se escapaba el objetivo; queríamos ser campeones".